Morir de amor por Juan Ramón Jiménez

Marga Gil Röesset«Yo me había imaginado que Marga era rubia, como Consuelo su hermana mayor; y creí entreverla así en la penumbra carminienta de un palco, una mañana de concierto. Aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de verdoso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso castaño. Sentada tenía una actitud de energía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: Amarga. Persa. Fuerte, viril».

Así describió en su día Juan Ramón Jiménez a Marga Gil Roësset (1908-1932), una joven artista que comenzaba a despuntar en el mundo del arte con sus esculturas y dibujos autodidactas.

Marga Gil no describió este primer encuentro. De hecho, estaba más atenta a Zenobia Camprubí, la mujer del Nobel, a la que admiraba por sus traducciones de la poeta bengalí Rabindranath Tagore. Fue poco a poco, al embarcarse en la tarea de hacer un busto de Zenobia, cuando el autor de Platero y yo le causó una huella tan honda que, pocos meses después, decidió pegarse un tiro en la cabeza por no ser correspondida.

Paradójicamente, hoy -cien años después de su nacimiento-, el nombre de Marga Gil Roësset es ligeramente familiar gracias a esta trágica historia. De su obra artística, en cambio, se conoce poco, en buena medida porque la escultora decidió destrozar la mayor parte de sus creaciones antes del suicidio. Entre las pocas cosas que salvó de la quema estaba el busto de Zenobia y su diario, que entregó al poeta.

Frágil de salud y fuerte en el arte

Con ciertas similitudes biográficas a la escultora francesa Camille Claudel, Marga Gil fue una artista precoz. Vivió una infancia enfermiza pero su educación fue impecable; a los doce años soprendía con los dibujos para ilustrar los libros de su hermana Consuelo, editora de Antoñita la fantástica y creadora de las revistas Chicos.

Sin embargo, fue a los 22 años cuando dejó boquiabierto al mundillo artístico al presentar en la exposición nacional Adán y Eva, una desgarradora escayola sobre los habitantes del Paraíso. Todos se preguntaron cómo una mujer tan frágil era capaz de cincelar figuras con tanta fuerza.

Al rescate de la artista

Efímero fue su éxito. El episodio de su suicidio provocó que durante décadas el recuerdo de Marga Gil durmiese olvidado. Hasta su tumba, en el cementerio de Las Rozas, fue destruída en la Guerra Civil.

En los últimos tiempos, sin embargo, dos herederas han querido recatar su figura. Ana Serrano organizó en 2001 en el Círculo de Bellas Artes un exposición con las obras que había custodiado Consuelo y ha puesto en marcha una web con amplia información sobre esta artista.

Por su parte, la fotógrafa y novelista Marga Clark publicó hace un par de años Amarga luz, una historia en la que su vida y la de su tía lejana Marga Gil se entrecruzan. También prepara una película.

Publicado en ADN.es el 03/03/2008

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